domingo, 22 de marzo de 2020

Katsushika Hokusai




Katsushika Hokusai
Japón, 1760–1849

Maestro del Ukiyo-e (浮世絵), o el arte de los grabados japoneses entre los siglos XVII al XX, Hokusai fue uno de los artistas más prestigiosos de Japón y desde luego el artista japonés más internacional.



Sus dibujos, llegados a París a mediados del siglo XIX, fascinaron e influyeron en todos los impresionistas, de Monet a Van Gogh.
Pero su influencia no acaba ahí: hay quien asegura que sin Hokusai, variadas disciplinas artísticas como la xilografía moderna, el diseño gráfico, el cómic, el manga e incluso el tatuaje no serían los mismos.


Artista de una humildad legendaria, se consideró siempre «un simple aprendiz» y firmó sus obras con distintos nombres, como «Shunro», «Sori», «Kako», «Taito», «Gakyonjin», «Iitsu» y «Manji». Muy trabajador, se levantaba temprano y pintaba hasta la noche, dibujando hasta el último día de su vida. Pese a ser un anciano, en sus últimos días fue adquiriendo más y más energía y espontaneidad. Gozó de un gran prestigio en la comunidad artística japonesa y sus grabados llegaron a occidente, donde los jóvenes artistas supieron captar su evidente y original genio.
Hokusai se integra con pasmosa facilidad en la cultura popular occidental. De hecho, fue el primer japonés en exponer fuera del país y sus imágenes son ya iconos globales de la historia
del arte. Al abandonar el costumbrismo tradicional y entregarse a paisajes diámicos, místicos, peligrosos… en los que la figura humana juega un papel secundario, se hace evidente que tenía muchos puntos en común con el romanticismo.

















Pero plasmó también escenas de la nueva sociedad japonesa, ilustraciones para cuentos de fantasmas, retratos de actores y unos excelentes dibujos eróticos.
Para el, el arte era un juego, una forma de divertir y divertirse.
A la edad de cinco años tenía la manía de hacer trazos de las cosas. A la edad de 50 había producido un gran número de dibujos, con todo, ninguno tenía un verdadero mérito hasta la edad de 70 años. A los 73 finalmente aprendí algo sobre la calidad verdadera de las cosas, pájaros, animales, insectos, peces, las hierbas o los árboles. Por lo tanto a la edad de 80 años habré hecho un cierto progreso, a los 90 habré penetrado el significado más profundo de las cosas, a los 100 habré hecho realmente maravillas y a los 110, cada punto, cada línea, poseerá vida propia.


El sueño de la esposa del pescador
Ejemplo de Shunga, grabado erótico japonés.
Japón, 1814

Katsushika Hokusai creó esta ilustración shunga, que viene a ser arte erótico japonés dentro del ukiyo-e, ese estilo de grabado nacido durante el periodo Edo, que tanto influyó en el arte moderno al llegar a los ojos de los impresionistas europeos.

Hokusai muestra aquí nada menos que a una mujer teniendo relaciones sexuales con dos pulpos. Parece que las criaturas marinas la llevan entre las rocas y el pulpo grande la agarra con sus patas para practicarle sexo oral. El pequeño la besa en la boca.

El texto que rodea la ilustración, lleno de onomatopeyas de placer, dice lo siguiente:
PULPO GRANDE:
He estado escondido y esperando tanto tiempo ¡y finalmente te atrapé! ¡Qué lindo coño! ¡No puede ser más delicioso! Chupar y chupar hasta saciarme, y cuando acabe, llevármela al palacio del rey Dragón. MUJER:
¡Maldito pulpo! Ah ah, ¡tocas mi cuello uterino y me dejas sin aliento! Oh, tus ventosas… oh, tus ventosas… ¡oh, qué estás haciendo con ellas! Oh, sí, oh, sí… Con su boca prominente provoca mi vagina abierta… aaah aaah…… bien bien… sí… allí… PULPO GRANDE:
¿Cómo se siente ser abrazada por ocho brazos? Mira, totalmente mojada. Rezumas como agua hirviendo… MUJER:
Tengo cosquillas, estoy perdiendo el control de mi cintura… límites y barreras desaparecen… Ya estoy… ¡Me corro! ¡Me corro! PEQUEÑO PULPO
¡Después de que papá termine, también voy a chupar tu clítoris con mis ventosas!
Eso de emparejar mujeres y pulpos no fue una idea loca de Hokusai. Ya había una tradición sobre cuentos eróticos con buceadoras (ama, pescadoras o mujeres de pescadores que trabajaban semidesnudas), que tenían sexo húmedo y resbaladizo con pulpos (no hay ni que nombrar la asociación freudiana del tentáculo y el pene).
30 años antes que Hokusai, el artista Kitao Shigemasa (1739–1820) dibujó una historia sobre una buceadora que robó una joya del Palacio del Rey Dragón en el fondo del mar, con eróticos resultados. Hokusai se limitó a seguir la tradición, llevándola más allá en una época de libertades en la que se permitían ciertas licencias.












Desde el punto de vista artístico, los tentáculos dan un enorme dinamismo al dibujo, parecen moverse ante nuestros ojos, y eso implica hacernos testigos a los espectadores de una escena erótica absolutamente surrealista.
Porque esta escena es como un sueño erótico de la mujer, como bien reza el título de la obra. La buceadora tiene sus ojos cerrados, a diferencia de los dos pulpos.