Katsushika
Hokusai
Japón,
1760–1849
Maestro del Ukiyo-e (浮世絵), o el arte de los
grabados japoneses entre los siglos XVII al XX, Hokusai fue uno de los artistas
más prestigiosos de Japón y desde luego el artista japonés más internacional.
Sus dibujos, llegados a París a mediados del siglo XIX,
fascinaron e influyeron en todos los impresionistas, de Monet a Van Gogh.
Pero su influencia no acaba ahí: hay quien asegura que sin
Hokusai, variadas disciplinas artísticas como la xilografía moderna, el diseño
gráfico, el cómic, el manga e incluso el tatuaje no serían los mismos.
Artista de una humildad legendaria, se consideró siempre «un
simple aprendiz» y firmó sus obras con distintos nombres, como «Shunro»,
«Sori», «Kako», «Taito», «Gakyonjin», «Iitsu» y «Manji». Muy trabajador, se levantaba
temprano y pintaba hasta la noche, dibujando hasta el último día de su vida.
Pese a ser un anciano, en sus últimos días fue adquiriendo más y más energía y
espontaneidad. Gozó de un gran prestigio en la comunidad artística japonesa y
sus grabados llegaron a occidente, donde los jóvenes artistas supieron captar
su evidente y original genio.
Hokusai se integra con pasmosa facilidad en la cultura
popular occidental. De hecho, fue el primer japonés en exponer fuera del país y
sus imágenes son ya iconos globales de la historia
del arte. Al abandonar el costumbrismo tradicional y
entregarse a paisajes diámicos, místicos, peligrosos… en los que la figura
humana juega un papel secundario, se hace evidente que tenía muchos puntos en
común con el romanticismo.
Pero plasmó también escenas de la nueva sociedad japonesa,
ilustraciones para cuentos de fantasmas, retratos de actores y unos excelentes
dibujos eróticos.
Para el, el arte era un juego, una forma de divertir y
divertirse.
A la edad de cinco años tenía la manía de hacer trazos de
las cosas. A la edad de 50 había producido un gran número de dibujos, con todo,
ninguno tenía un verdadero mérito hasta la edad de 70 años. A los 73 finalmente
aprendí algo sobre la calidad verdadera de las cosas, pájaros, animales,
insectos, peces, las hierbas o los árboles. Por lo tanto a la edad de 80 años
habré hecho un cierto progreso, a los 90 habré penetrado el significado más
profundo de las cosas, a los 100 habré hecho realmente maravillas y a los 110,
cada punto, cada línea, poseerá vida propia.
El sueño de la esposa del pescador
Ejemplo de Shunga, grabado erótico japonés.
Japón, 1814
Katsushika Hokusai creó esta ilustración shunga, que viene a
ser arte erótico japonés dentro del ukiyo-e, ese estilo de grabado nacido
durante el periodo Edo, que tanto influyó en el arte moderno al llegar a los
ojos de los impresionistas europeos.
Hokusai muestra aquí nada menos que a una mujer teniendo
relaciones sexuales con dos pulpos. Parece que las criaturas marinas la llevan
entre las rocas y el pulpo grande la agarra con sus patas para practicarle sexo
oral. El pequeño la besa en la boca.
El texto que rodea la ilustración, lleno de onomatopeyas de
placer, dice lo siguiente:
PULPO GRANDE:
He estado escondido y esperando tanto tiempo ¡y finalmente
te atrapé! ¡Qué lindo coño! ¡No puede ser más delicioso! Chupar y chupar hasta
saciarme, y cuando acabe, llevármela al palacio del rey Dragón. MUJER:
¡Maldito pulpo! Ah ah, ¡tocas mi cuello uterino y me dejas
sin aliento! Oh, tus ventosas… oh, tus ventosas… ¡oh, qué estás haciendo con
ellas! Oh, sí, oh, sí… Con su boca prominente provoca mi vagina abierta… aaah
aaah…… bien bien… sí… allí… PULPO GRANDE:
¿Cómo se siente ser abrazada por ocho brazos? Mira,
totalmente mojada. Rezumas como agua hirviendo… MUJER:
Tengo cosquillas, estoy perdiendo el control de mi cintura…
límites y barreras desaparecen… Ya estoy… ¡Me corro! ¡Me corro! PEQUEÑO PULPO
¡Después de que papá termine, también voy a chupar tu
clítoris con mis ventosas!
Eso de emparejar mujeres y pulpos no fue una idea loca de
Hokusai. Ya había una tradición sobre cuentos eróticos con buceadoras (ama,
pescadoras o mujeres de pescadores que trabajaban semidesnudas), que tenían
sexo húmedo y resbaladizo con pulpos (no hay ni que nombrar la asociación
freudiana del tentáculo y el pene).
30 años antes que Hokusai, el artista Kitao Shigemasa
(1739–1820) dibujó una historia sobre una buceadora que robó una joya del Palacio
del Rey Dragón en el fondo del mar, con eróticos resultados. Hokusai se limitó
a seguir la tradición, llevándola más allá en una época de libertades en la que
se permitían ciertas licencias.
Desde el punto de vista artístico, los tentáculos dan un
enorme dinamismo al dibujo, parecen moverse ante nuestros ojos, y eso implica
hacernos testigos a los espectadores de una escena erótica absolutamente
surrealista.
Porque esta escena es como un sueño erótico de la mujer,
como bien reza el título de la obra. La buceadora tiene sus ojos cerrados, a
diferencia de los dos pulpos.