domingo, 10 de diciembre de 2017

DESEO








Mi mente se carga de electricidad cada vez que mi Amo la posee. Sentir un estallido de mil pedazos con fuego y luz es una locura perversa que ansió cada segundo del día.
Compartir una noche con mi Amo y hermana, que todo lo que te rodea desaparezca y sentir sus pasos, su respiración, su tacto, su voz... Eso hace en mi interior que se cree una bola de tormento ardiente que lo deseo por momentos. Cada momento que él me regala hace que mi luz brille con intensidad. Ver ese orgullo en su mirada y su sonrisa en los labios es un honor para mí sentir que su pequeña Harumi Oyama le da vida y paz.



“Una noche especial en la Pastelería con mi Amo Jose Oyama y mi hermana Izumi Oyama. Estar en ese potro a la espera de mi Amo y que con su tacto todo lo que nos rodea desaparezca, es elevar a la séptima potencia mi deseo por él, Uff, gracias Amo por todo lo que a su lado obtengo. Dejarme volar con su tacto y soplido es conjugar todas las fuerzas de la naturaleza en mi interior y hacerlo brotar para usted. Hielo recubrió el horizonte, sin sonidos, ni caras ni cuerpos, solo oler su aliento y florecer como lo que soy su dulce Esclava, poseída por completo por aquello que Amo, su corazón ardiendo, sus órdenes en mi clavos ardiendo, no hay dolor no hay escozor, hay puro ardor y emoción por estar con sus besos marcados con total perdición en este lienzo que soy para vos mi Señor... Dulcemente me postro cada noche a sus pies contemplando su mirada malvada con sonrisa pícara, veo su felicidad y su amor hacia su pertenencia... Suya por completo hasta las mil muertes.. Su Harumi Oyama “




Llevar su marca, sentir mi collar y lo que representa es una ilusión de vida que incluso más allá de la eternidad será la vida en mi corazón. Gracias por darme esa vida Amo. Lo adoro, amo, venero y deseo cada segundo del día y cada vez con más intensidad.





sábado, 2 de diciembre de 2017

MITOS SOBRE EL SEXO



Aquí les dejo con un reportaje que creo que es de interés ya que el mundo del sexo es muy amplio. Espero sea del agrado de tod@s





El tema más interesante de las discusiones es, de lejos, tanto para quienes lo practican, así como abstencionistas forzados por la conciencia o las circunstancias, el sexo como fuente inconmensurable de historias y mitos “urbanos”, que se extienden rápidamente, como un virus, colocándose luego, más cómodamente, en la mentalidad colectiva.

Desde hombres apostrofados por “pensamientos” excesivos, demasiado a menudo y sin censura sobre el sexo, hasta la idea de que sólo el tamaño importa (o al revés, dependiendo de la situación), tonterías que pasan por verdades innegables del amor carnal (sólo porque las vehicula una muchedumbre considerable y estúpida al mismo tiempo), son extremadamente vastos y numerosos.

Las creencias populares se dirigen específicamente (aparentemente) a diferentes formas en que los hombres y las mujeres se relacionan con este aspecto fundamental de la vida, tales diferencias describen a los machos como criaturas primitivas, insensibles y obsesionadas con el sexo y a las damas como una especie superior, capaz de emocionarse y no sólo saltar del punto de vista hormonal ante la idea de un inminente polvo con el macho deseado.

Sin embargo, los estudios realizados en este sector muestran que las cosas no son tan polarizadas como parecen a primera vista y que, en determinadas situaciones, los lemas transmitidos de acuerdo a la afiliación al género de los protagonistas, no tienen mucho en común con la realidad.

*Aquí están algunos de esos “mitos” científicamente demostrados como inadecuadamente formulados... por lo menos*





1.-Las mujeres no piensan en el sexo igual que los hombres.

Por supuesto, a nivel de percepción general, los caballeros se declaran ganadores cuando se trata de tiempo dedicado a las meditaciones diarias sobre temas “sucios”. Hay la teoría súper conocida de que, cada siete segundos, un macho ordinario, potente o impotente, mediocre o semental, piensa instintivamente en el sexo y hechos adyacentes. Ciertas investigaciones refutan, sin embargo, este escenario exagerado, sin desmontar la hipótesis de que los hombres experimentan más a menudo fantasías y reflexiones eróticas en comparación con las mujeres.

Tras un análisis sociológico del 2011, en el que se les pidió a los representantes de ambos sexos mantener un diario de fantasías íntimas, se mostró que la testosterona “supera” al estrógeno, lo que significa que, a los caballeros la mente les vuela en esta dirección 18 veces al día, mientras que a las mujeres “tan sólo” 10. La misma investigación indica que el rendimiento no se le debería tan sólo a la afinidad masculina exagerada con respecto a la “copulación”, sino a la fuerte propensión de los machos a estar pendientes, mucho más que sus contrapartes, de la totalidad de sus necesidades biológicas (como, por ejemplo, el sueño o el hambre), que toman en cuenta igual de serio como lo hacen con el sexo.




2.-Las mujeres quieren tener menos parejas sexuales que los hombres.

El mito dice que los hombres podrían tener una “media naranja” diferente cada noche y aun así no se saturarían, sino todo lo contrario; mientras que las mujeres se conforman con un número limitado de parejas (tan sólo uno y basta, si fuera posible). En otras palabras, ellos están especialmente interesados en la diversidad mientras ellas en la estabilidad.

Los estudios muestran, sin embargo, que el problema es relativo, ya que, cuando se le pregunte cuántas mujeres desee tener, el hombre diga lo que se espere de él. La idea general del innato hábito masculino de desear parejas múltiples, será asumida automáticamente por el cerebro y presentado como deseo personal, manteniendo vivo el cliché popular y queriendo preservar indirectamente su aparente virilidad. En otras palabras, “no avergonzarse de ello”.

La situación cambia radicalmente, sin embargo, cuando los encuestados están “obligados” a dar testimonio de la verdad y sólo la verdad, conectados a un detector de mentiras, en cuyo caso los caballeros abandonan completamente su papel como verdaderos Don Juan, reconociendo sinceramente el deseo de tener mucho menos parejas, al igual que el indicado por las mujeres, a veces limitado sólo a... “una”.


3.-Las mujeres están interesadas en el estatuto mientras que los hombres en el sexo.




Se cree que el atractivo (físico) es lo que prevalece cuando un hombre se centra en el “mercado” para elegir a su pareja, la cual asocia, con carácter subsidiario, con buenos genes y descendientes sanos. Las mujeres buscarían, en cambio, no la perfección corporal, sino una situación económica potente, para garantizar el apoyo y la comodidad necesaria.

Pero frente al hecho consumido (de elegir su “media naranja” de una variedad de parejas potenciales), los estudios muestran que ambos géneros, no muestran interés de forma diferente en el sexo opuesto, dando preferencia al atractivo de los ingresos ... en un porcentaje casi igual.

Incluso si las cosas están bien definidas del punto de vista teórico, las personas se sienten prácticamente atraídas por muchas otras características de la pareja potencial de sus sueños y ésto no depende exclusivamente de la pertenencia al género.


4.-Las mujeres experimentan el orgasmo más rara vez que los hombres.




Incluso los teóricos más experimentados parecen apoyar el privilegio biológico del hombre para alcanzar el orgasmo más fácilmente que una mujer (que se encuentra a su lado o en la empresa). Hay, sin embargo, una particularidad de la manera distintiva (como frecuencia) en la que los dos gozan del clímax codiciado. Dicha confirmación, infortunada para las mujeres, se aplica a las aventuras de una noche, que satisfacen finalmente sólo un tercio del total de los que experimentan este tipo de relación casual. Decepcionante, se podría decir, ya que los hombres coronan con “éxito”, incluso cuando se trata de escapadas cortas, puramente carnales.

En caso de aventuras repetidas, las cosas parecen alentar en parte, ya que la mitad de las mujeres “alcanzan” el orgasmo y las noticias aún mejores llegan en el contexto de los compromisos a largo plazo, en los que las estadísticas pertinentes revelan que incluso pueden llegar al 79% en comparación con los hombres. Si bien es cierto que hay mucha margen de mejora, las proporciones no son, al fin y al cabo, tan negras como aparentan y las mujeres, con tan mala suerte como para no poder disfrutar, hasta el final, del amor.


5.-Las mujeres tienen menos relaciones pasajeras que los hombres.




Desde experimentos científicos rigurosos hasta “fabricaciones” divertidas (capturadas en vídeos famosos que se han convertido virales), con hombres fascinados por la presencia femenina sexy o consintiendo sin reservas las propuestas sexuales de los distintos desconocidos en la calle, toda evidencia parece sugerir que los machos no tienen ningún problema en iniciar o participar en una relación sexual pasajera, mientras que las mujeres son más conservadoras en este sentido.

Una de las primeras documentaciones llevadas a cabo en este plano de las relaciones humanas, indica que el 70% de los hombres aproximados por personas del sexo opuesto y edad cercana, respondió afirmativamente cuando se les tiraron los trastos, a diferencia de las mujeres, que han demostrado al 100% una perspectiva desinteresada en cuanto a probar la cama de un extranjero sospechoso que les invita “a tomar un café”.

Los científicos afirman, sin embargo, que las explicaciones no tienen tanto que ver con las predisposiciones genéticas, como con ciertos factores culturales determinantes. Por ejemplo, una mayor apertura con respecto a las propuestas indecentes se halla incluso entre las mujeres, pero sólo cuando están “cortejadas” por machos que les sean familiares.

Así que, en el caso del “sexo débil”, el rechazo sin previo aviso, no es por falta de “apetito”, sino en la mayoría de los casos por problemas de seguridad. Sin embargo, si éstos desaparecieran...

Asimismo, las diferencias de disponibilidad se desvanecen hasta la extinción, cuando se les pregunta a los “dos bandos” si pasarían o no la noche en compañía de una de sus celebridades favoritas.


6.-Las mujeres son más caprichosas que los hombres.



Acerca de las infinitas demandas femeninas, que los hombres invocan, a menudo, para justificar el celibato, los analistas dicen que son más circunstanciales que tributarias a la estructura del comportamiento femenino.

A raíz de las encuestas realizadas, se demostró que las personas son generalmente mucho menos exigentes cuando dan el primero paso y por lo tanto muy exigentes cuando están en condiciones de ser aproximados.

A partir de esta explicación y teniendo en cuenta que, tradicionalmente, la iniciativa perteneció al hombre, se puede entender por qué las damas “consiguen” alzar el nivel de sus propias expectativas a una altitud tan “vertiginosa” para los que las rodean.


Más exactamente... es una cuestión de “oferta y demanda”.

domingo, 26 de noviembre de 2017

SEXO VINTAGE





El sexo vintage un tema del cual posiblemente anteriormente no hayas escuchado nada, digo, es una posibilidad, pero si eres abierto o abierta de mente y te gusta conocer o explorar tal vez ya hayas tenido un aproximamiento al sexo vintage, el cual por cierto ha sido muy bien retratado por el cine porno.




 Pero bien, definir el estilo de sexo vintage es algo complejo no se trata de ver videos XXX; el sexo vintage es un estilo de vida, y al igual que los fanáticos de las cosas vintage, el sexo según esta aproximación se tiñe de nostalgia y todos aquellos objetos y lencería que evoque el estilo vintage son bienvenidos.




En realidad, yo podría decir que el sexo vintage es una forma de expresar tu sexualidad de una forma clásica y elegante, en el que uso de encajes, vestuario de época y todo aquello que transporte tu mente a décadas pasadas entra dentro de la categoría vintage.






Al igual que con la moda personas nostálgicas por este estilo de ropa, objetos y comportamientos elegantes están regresando a formas pasadas de practicar el sexo, en donde principalmente la ropa y los accesorias transportan a los practicantes a eras doradas. Épocas en donde la ropa enseñaba, pero no demás, los peinados eran largos y elegantes con mujeres voluptuosas.





Jacques Biederer es un fotógrafo checo cuyas fotografías cargadas de erotismo tienen una personalidad especial. Comenzó su carrera en París en 1913 haciendo retratos para todos los públicos, después se dedicó a temáticas más picantes, bastante convencionales para su época, ya que eran fundamentalmente retratos de damas en ropa interior.



Después Biederer se metió de lleno en los desnudos clásicos, a veces con parejas, a veces fotografiando al aire libre o en decorados cuidadosamente dispuestos. 




De ahí pasó a la fotografía fetichista: látigos, dominación, corsés, pony play, material bastante escandaloso, pero siempre fotografíado con ojo artístico. Biederer fue precursor de gente como Irving Klaw en los EE.UU.





Cuando Francia fue ocupada por los nazis, Biederer (que era judío) fue enviado a Auschwitz, donde murió.





martes, 15 de agosto de 2017

Un repaso por la historia de la fotografía erótica





El cuerpo humano se ha considerado a lo largo del tiempo un objeto de deseo, incluso ha habido épocas en que mostrar el cuerpo desnudo era pecaminoso y sólo aquellas mujeres de dudosa moralidad se atrevían a enseñar alguna parte de él.

A nivel artístico el tema del desnudo es complejo de tratar por sus múltiples lecturas, ya sea desde un punto religioso o cultural. Al parecer no es lo mismo ver una escultura o una pintura que represente el cuerpo de una mujer a una fotografía, ya que la imagen fotográfica es más real y por tanto más obscena. Debido a esa obscenidad de la foto o del cine, la desnudez pasó a tener unas connotaciones más sexuales y no tan artísticas o estéticas como podría ser en el caso de la pintura.

Para entender un poco más la visión que tenemos de la fotografía erótica en la actualidad realizaré un breve repaso por su historia y evolución a través de las diferentes épocas. De esta manera podremos comprender la foto de desnudo mucho mejor e incluso dejarnos de tonterías y empezarla a verla con un imagen artística más. Una hermosa y buena foto de desnudo puede ser una verdadera obra de arte.

Primeros años




1851 moulin
A finales del siglo XIX el cuerpo humano femenino y, en menor medida, el masculino empezó a convertirse en ese obscuro objeto de deseo cuyo interés fotográfico iba creciendo con el tiempo. Así, el cuerpo humano fue considerado tabú para algunos y para otros un instrumento más que ayudaba a crear e investigar a los fotógrafos.

Poco a poco, hacia la segunda mitad del siglo XX se comenzó a ver la fotografía erótica con otros ojos, con una mirada de respeto, aunque no por ello dejó de lado las controversias y los problemas morales que podían significar la imagen del cuerpo humano posando sensualmente.

Podríamos decir que fue Lois Jackes Daguerre el que abrió la puerta de la fotografía erótica al retratar esculturas de yeso lánguidas y sensuales que hacían alusión a las Tres Gracias, sus Naturaleza muerta con esculturas. El uso de las esculturas para este tipo de fotografías era debido, por un lado, al largo tiempo de exposición que necesitaba el daguerrotipo para la toma fotográfica, y por el otro lado era debido a la dificultad de encontrar una modelo que se prestará a desnudarse y retratarse.

Cabe decir que la historia de la daguerrotipia erótica es casi inexistente e insuficiente, en la mayoría de los casos se la desprecia por su ínfima calidad. Así que es un tanto complejo indagar más sobre el tema. El daguerrotipista parisino Felix Jacques Antoine Moulin fue uno de los primeros en especializarse en fotografía de desnudos, debido a esa osadía en 1851 estuvo un mes de cárcel por producir daguerrotipos que, según la Corte de Napoleón III, era de una obscenidad indescriptible.

Así, las primeras modelos que se desnudaron y se dejaron retratar solían ser prostitutas, bailarinas o jóvenes anónimas que a cambio de dinero dejaban que su imagen fuera inmortalizada. Para ello, las modelos adoptaban las típicas poses de los personajes de las obras pictóricas clásicas, desde mujeres estiradas en hermosos divanes hasta hermosas ninfas jugando por el campo bucólicamente. Hemos de tener en cuenta que la pintura y la escultura era la única referencia artística que se conocía para llevar a cabo esta clase de fotografías.

El negocio del desnudo fotográfico pronto se convirtió en un negocio muy rentable. Así, desde la clandestinidad, los autores se escondían en el anonimato por las multas y penas de cárcel a que se exponían, y a unos precios elevados las imágenes de cuerpos desnudos comenzaron a ponerse de moda en algunos círculos sociales de caballeros adinerados. Es decir, se destinaban a la alta y media burguesías.





estereoscopia erótica
Pero pronto la popularidad fue tal que en 1845 se empezó a comercializar como piezas de estudio científico anatómico para que estuvieran dentro de la legalidad, fue tal el auge de sus adquisición que ni las leyes pudieron terminar con ellas. No obstante, la pornografía seguía siendo ilegal en Francia, por ello la mayoría de los daguerrotipistas debían tener cuidado y no firmaban sus daguerrotipos, aunque algunas de estas imágenes si que llevan las etiquetas de las casas de óptica.

Cinco años después, en 1850, gracias a la perfección de la fotografía en papel y del negativo de placa de vidrio implicó el nacimiento de un duro competidor del daguerrotipo, sobretodo en París. Debido al papel se abarataron los costes de impresión lo que implicó una producción en masa de la fotografía erótica. Además, hemos de tener en cuenta que entre 1850 y 1855 se comenzaron a difundir las imágenes estereoscópicas y las tarjetas de visita lo que también ayudó al auge de este tipo de fotografías. No obstante todo ello, sumado a una política más restrictiva por parte del gobierno, este tipo de imágenes experimentaron una pérdida de refinamiento y cuidado.

Finales del siglo XIX e inicios del XX



Robert Demachy
A finales del XIX, la fotografía erótico-pornográfica de aires victorianos, exportada de Francia, aparecía en Gran Bretaña asentándose como un nuevo modelo de negocio. A través de un sistema de postal los subscriptores recibían periódicamente las nuevas imágenes, burlando de esta manera a la policía.

Cabe decir, que desgraciadamente este tipo de fotografía era demasiado mecánica, la imagen erótica perdía todo la sensualidad y por ende se acercaba más a un documento antropológico. Pero por suerte muchos pintores comenzaron a experimentar con la fotografía de desnudos, intentando darles una intención pictórica, más artística, para diferenciarse de las postales pornográficas.

Dentro de esta corriente es de destacar a Robert Demachy o al gran Alfred Stieglitz, un interesante fotógrafo que ya hemos hablado en alguna ocasión. Gracias a ellos y a otros pictorialistas la fotografía de desnudo se pudo ver en algunos eventos y exposiciones fotográficas. Un gran paso para la fotografía erótica como imagen artística.

Así pues, a finales del siglo XIX ya podíamos encontrar tres grupos de fotografías de cuerpos desnudos. Por un lado estaban las que se consideraban antropológicas, es decir, las que retrataban a mujeres de otras razas para catalogar y estudiar a los seres humanos. También estaban las pornográficas que sólo podían comprarse en el mercado negro por ser algo ilegal. Y por último la fotografía erótica pero desde una visión artística.

Este último grupo fotográfico fue el más extendido a principio del siglo XX gracias en parte al nacimiento de las revistas y a la nueva técnica de impresión que permitía reproducir de forma barata las imágenes. De nuevo París se convirtió en el centro de esta nueva revolución de la fotografía erótica, a través de las imágenes de las bailarinas del burlesque desnudas o semidesnudas.

A principio del siglo XX, gracias al fin de la censura europea del erotismo supone el regreso de bellas y artísticas imágenes eróticas, se vuelve a dar importancia a la imagen refinada.

No obstante, las imágenes erótica no empiezan a considerarse como fotografía moderna hasta 1950, con los conocidos “club de cámara” que llevaron la fotografía erótica al ámbito artístico tal como se conoce hoy en día. No hemos de olvidar que en esta época comienza el surgimiento de la imagen en color y el nacimiento del movimiento Pin Up, que también ayudará a extender la fotografía erótica – artística.


El nacimiento de la fotografía erótica moderna






Rudolph Rossi
Así pues, gracias a los club de cámara y a las revistas como Play Boy, donde recuperan el espíritu pornográfico, la explosión de este arte resurge de nuevo. No obstante, aún quedaban artistas anclados en la primera mitad de siglo, es decir, aquellos como Rudolph Rossi (cuyas imágenes en blanco y negro fueron pintadas meticulosamente, dotando a la foto la categoría de arte) que buscaban acercarse al arte pictórico con una fotografía sumamente cuidada y artística. Es decir, no se limitaban a plasmar solamente un cuerpo desnudo, sino que contaban una historia, trasmitían un concepto.

También encontramos a fotógrafos como Helmut Newton que elevó la foto erótica a un ideal de belleza y glamour, sus imágenes eran de tal hermosura que dañaban a la vista. O a David Hamilton, que a pesar de fotografiar a jóvenes adolescentes sus atmósfera hamiltoniana le daba una connotación romántica e ingenua.

Es esta clase de fotografía erótica más artística la que consiguió saltar la clandestinidad y salir en publicaciones como Vogue. Empieza la fotografía erótica moderna.


En la actualidad






Nobuyoshi Araki
Así pues, podemos afirmar que gracias a todos los avances tecnológicos y a los fotógrafos y artistas de antaño que se saltaron la leyes podemos disfrutar de obras tan sublimes e impactantes como las fotografías de Herb Ritts, Narcis Virgiliu o Spencer Tunick entre otros grandes fotógrafos a destacar y tener en cuenta.


Es por toda esta historia y esta evolución que hemos de empezar a ver la fotografía erótica con otros ojos, y espero aportar con este post, aunque sea muy pequeño, un granito de arena para ver las imagen erótica como algo bello. Y cuando hablo de fotos eróticas también me refiero a aquellas de estética bondage o mucho más explicitas, ya que algunas pueden ser hermosas y delicadas como las de Nobuyoshi Araki, poesía pura en blanco y negro.

domingo, 18 de junio de 2017

La extraña relación entre la menstruación y un vampiro para una película pornográfica






En alguna parte del mundo, un escritor de material para Amazon Books, está esforzándose para pensar en una historia sobre un fetichista de pies. Quizá piensa en cómo integrara esa parte del cuerpo en su historia y por qué a su protagonista le gustan tanto. Ese escritor no lo escribe por placer, pero le gusta jugar con ideas ajenas y explorar su mismo talento; además, cientos de personas compran este tipo de títulos constantemente.

La gran mayoría de este tipo de trabajos “fugaces”, conocidos en algunos círculos como “literatura ligera”, son escritos con el simple propósito de vender, no para hacer literatura. Bajo este contexto podemos cuestionar cuál sería la diferencia entre el trabajo del autor hipotético y una película porno. La respuesta podría ser que ninguna. Ambas formas de expresión tienen que crearse constantemente para mantener la innovación y atraer público fiel, pero podría haber un cambio si el autor de la obra se esfuerza un poco en generar un producto más artístico.

Erika Lust es uno de los ejemplos más claros de cómo se puede crear un producto “ligero” que también tenga validez artística. La directora nacida en Suecia es parte de una serie de creadores que producen “art porn”, una especie de movimiento que nació en los últimos años como respuesta al masivo desarrollo de pornografía que simplemente se enfocaba a mostrar distintos actos sexuales sin cambiar las tradiciones: actos rápidos con nalgadas y presentaciones irreales.

El art porn, como su nombre indica, busca darle una presentación más artística a la pornografía y ha ganado más atención especialmente entre la población femenina gracias a su aproximación más erótica y sensual hacia la sexualidad. Erika Lust hace de un concepto “fugaz” algo más brillante y toma de sus fans algunas de sus ideas más revolucionarias, entre las que se encuentra la menstruación como motivo erótico en una historia de vampiros.




Lust (apellido falso que significa “lujuria”) es una fuerte defensora del feminismo en la pornografía y su compromiso por el arte en general se revela en su visión para el futuro del género. La cineasta hace de la fotografía el elemento más importante en sus obras y ha jurado “crear nuevas olas en el cine para adultos. Mostrar toda la pasión, intimidad, amor y lujuria en el sexo, donde el punto de vista femenino es vital, la estética es un placer para todos los sentidos y para todos aquellos que busquen una alternativa para el porno mainstream puedan encontrar un hogar”. Lo visual es imperativo para Lust y es lo que ha explicado a lo largo de su carrera. Si no tenemos una guía óptica, no estamos explotando por completo los sentidos, especialmente si somos personas que requieren un estímulo de esa forma. Pero, ¿qué hace diferente Lust de otros cineastas del porno?

“Mi trabajo es para apoderarnos de nuestros cuerpos, representar la sexualidad femenina y romper tabús para todos.”




En un cuento de David Foster Wallace sitúa a un reportero dentro de una entrega de premios de cine para adultos. El autor señala que los encargados de la fotografía en el porno deben ser unos maestros de la percepción para lograr que algunas partes del cuerpo se vean mejor en la pantalla y que en todo momento parezca existir lujuria, pero lo cierto es que no lo han logrado. Aunque en sus inicios el porno se producía como cualquier otra película, con expertos encargados en producción, eventualmente los creadores notaron que los consumidores sólo se preocupaban por el sexo y no por los valores detrás de él, así que la industria, aunque exitosa, cayó en un declive en el que cualquier concepción artística quedó olvidada.

La conexión entre personas y grupos sociales gracias a Internet permitió que cineastas como Erika Lust, quien hace de la fotografía su elemento principal, encontraran una audiencia y pudiera generar más reconocimiento con pornografía artística con historias que incluso los fanáticos pueden contar. Es lo que nos lleva a su cortometraje “¿Los vampiros pueden oler mi periodo?” una de sus más recientes producciones en la que busca hacer una pequeña revolución dentro de la percepción que tiene una gran cantidad de persona sobre la idea de involucrar la menstruación en el sexo, ya sea en la realidad o en la ficción.



“Muestro la sangre menstrual en las sábanas, en sus dedos cuando se masturba, deslizándose en su pierna… Nunca lo vemos en ninguna parte y es la realidad mensual para cada una de las mujeres del planeta.”

La idea para el corto llegó después de leer una pregunta similar en su sitio web y aunque hemos visto relaciones humanas con vampiros en el cine, dentro de la pornografía no se usa sangre de menstruación porque para la mayoría de las personas aún es tabú. Lust denuncia la hipocresía detrás de esos factores y afirma que en realidad a muchos les parece normal, ya que es un proceso natural del cuerpo y percibirlo como algo que no debe relacionarse con el sexo es retrógrada. Al crear un proyecto de este tipo Lust no sólo se acerca al público que le atrae este tipo de sugerencias sexuales, sino que también impulsa a que otros espectadores eliminen un prejuicio que se ha desarrollado inconscientemente a lo largo de las décadas.

“No puede negarse que los periodos son aún un tema tabú para muchas personas y no se puede negar que uno de los últimos tabús de la menstruación gira alrededor del sexo. Mi meta no es necesariamente hacerlo lujurioso […] Darle tiempo en la pantalla para mostrar nuestra realidad como mujeres”


El trabajo de fotografía de Erika Lust es extraordinario. Sin gran presupuesto logra una estética completamente hipnótica. Nos recuerda que estamos viendo una historia y la suavidad de la imagen se convierte en parte del erotismo junto con el atractivo de los personajes y sus contextos. Por ejemplo, en “¿Los vampiros pueden oler mi periodo?” resalta el rojo de la sangre y se convierte en algo más llamativo que si lo mostrara como cualquier otro cineasta del porno, quienes sin algún sentido de la estética insisten en mostrar los peores ángulos de nuestra sexualidad. Al elevarlo a nivel artístico, su obra es más que un proyecto “ligero” y revoluciona tanto la industria como nuestra percepción de las mujeres.



La compilación de algunos de sus trabajos llamados “XConfessions” que, al igual que el proyecto de los vampiros, toma como inspiración historias o fantasías de sus seguidores ha recibido excelentes críticas por parte de la industria. Su estética y perspectiva femenina dotan de un sentido de plenitud a la pornografía, ya que finalmente cuenta con ambas percepciones para explotar el sentido erótico. Lust se separa de los trabajos tradicionales para hacer pequeñas revoluciones. Al mirar su trabajo cada vez se hace más imposible no respirar con velocidad y adentrarse en una pasión más maravillosa.


martes, 13 de junio de 2017

Qué es el Kokigami





De seguro has escuchado que en el amor y en la guerra todo se vale y en el sexo las condiciones son las mismas, por eso dejar los miedos y tabúes a un lado es una gran forma de disfrutar la experiencia, algo que incluso culturas milenarias como la japonesa han aprendido a hacer. ¿Lo dudas?, en unComo.com tenemos la prueba, descubre qué es el Kokigami y qué tiene que ver con el sexo.




¿Es algo cómo el origami?

Pues sí, ¡algo así!. El kokigami es un juego erótico japonés que consiste en disfrazar al pene con un traje de papel con el fin de sorprender y seducir a la pareja, algo que puede parecer extraño al comienzo, pero si lo pensamos mejor las tiendas que comercializan productos sexuales están llenas de disfraces para el pene, y aunque hoy en día nosotros lo tomemos en broma para esta cultura era un serio asunto de sensualidad




Y esta idea ¿de dónde proviene?

Cómo muchas cosas en esta cultura, el asunto es también milenario, era llevado a cabo por la aristocracia japonesa en el siglo VII. El hombre envolvía su miembro con pañuelos de seda y cinta creando diversas formas para luego presentarlo a su amante quien lo desenvolvía con deseo y pasión aumentando la temperatura.

¿Y hoy en día?

Se sabe que hoy en día el kokigami no se realiza con tela sino con papel de seda y en vez de formas creadas por el hombre se hacen figuras específicas, similares a un origami, pero con una finalidad bastante distinta. Una divertida experiencia con un toque de erotismo y bastante historia

La mujer debe usar la boca para encontrar su "regalo".

El juego de origen japonés mundialmente llamado "kokigami" es uno de los más curiosos esparcimientos eróticos que existen, pues consiste simplemente en envolver el pene con papel para que la mujer busque morbosamente el regalo que le espera cuando lo destape.































La técnica se basa principalmente en enrollar el pene cuando esté erecto en una cinta de seda, para posteriormente desenrollarlo de manera suave y hacia adelante.

Viene del koki, que es un pañuelo que llevan los actores japoneses en la cintura cubriendo los genitales y la gamia, prácticamente tiene textura de papel. Los aristócratas japoneses durante el siglo VII eran los que más solían jugarlo, y el pañuelo contaba con dibujos de animales de los cuales este tomaba sus poderes, para luego ofrecérselo a su mujer que debía desenvolver de manera sensual.

En la actualidad, esta práctica podría resultar demasiado aburrida, aunque se recomienda que al desenvolver el miembro masculino, las feminas usen la boca para de alguna manera ir estimulando a su pareja hasta que llegue el momento de comerte todo el "paquete".

domingo, 28 de mayo de 2017

Geisha ¿Quién Es?






Geisha: En japonés, geisha significa “persona de las artes”, es un experto en artes tradicionales como la música, la danza, el canto y la ceremonia del té.

Inicialmente los hombres eran geishas  (kabuki odori) que tenían una finalidad muy similar a los juglares medievales en Europa, pero a través del tiempo las mujeres se hicieron cargo de tal actividad. Algunas probablemente hayan sido cortesanas, pero la mayoría no lo eran.

La tradición de las mujeres geishas se afianzó, junto con un estricto código de conducta y la jerarquía. La mayoría de las geishas vivía en una casa que se llamaba una okiya, propiedad de una mujer que también era una geisha. La mayoría de okiyas preparaban jóvenes o  criadas para este oficio. En muchos casos las niñas fueron vendidas a okiyas, y eran de propiedad de la casa hasta que la niña pagaba su precio de compra.

Las Geishas eran  entrenadas  escuelas locales y había profesores especializados en cada área de formación: shamisen, danza, flauta, tambor y ceremonia del té. También se les  enseñaba el arte de entretener en las fiestas, bailar, cantar, reír ,conversar ingeniosamente y  hasta la forma de verter el sake.





































Estando sus raíces ligadas al teatro kabuki, podemos inferir que de allí también proviene la tradición de pintar su cara en blanco.
















Una visión popular de la geisha es que eran prostitutas. Algunas prostitutas se hacían pasar por geishas con el fin de atraer a los hombres, pero una geisha verdadera rara vez participan en las relaciones sexuales con sus clientes.

Las prostitutas se vestían en kimonos, con exceso de maquillaje y excesos de adornos en el peinado, por lo que por nuevo edicto del shogun Tokugawa, y para protección de la imagen de las geishas, se obligaba a las mismas a moderar su vestuario y maquillaje para poder diferenciarlas de las prostitutas.


 De hecho, las geishas eran, ante todo, artistas formadas en escuelas especiales. La presencia de una geisha se consideraba esencial para el éxito de una fiesta privada. Varias  geishas presentes daban al anfitrión un estatus e imgen de poder y riqueza.

Una geisha también podía haber tenido un patrón personal o danna, y en esta relación podía tener  encuentros sexuales, pero fuera del entorno de trabajo de las geishas. El danna era generalmente un hombre rico que podía darse el lujo de pagar los gastos de las geishas para la escuela, clases, recitales privados e incluso la ropa. Con un danna rico, una geisha podía darse el lujo de romper con una okiya y vivir de forma independiente, si así lo deseaba.





En el año 1779, las geishas fueron reconocidas como artistas, y se adoptó el sistema “Kenban” para supervisar a las geishas de la zona, y restringió su número por debajo de 100 artistas, protegiendo así a las geishas de que cayeran en la prostitución. El kenban, permanece aún hoy en día funcionando como una especie de sindicato de las geishas.


Los barrios de geishas más famosas se encuentran en Kioto, y los turistas todavía se pueden ver las niñas en el kimono elaborados, adornados de la aprendiz de geisha. Son cinco comunidades en Kyoto: Ponto-cho, Gion-Kobu, Gion-Higashi, Miyagawa-cho, y Kamishichiken.

Las geishas de Kyoto hablaban en dialecto “kiotense”, que se sigue hablando en la actualidad. En kiotense geisha es geiko.


Barrios de placer

Las geishas, tal y como las conocemos hoy en día, son relativamente modernas, ya que las primeras noticias que tenemos de ellas datan de 1700, pero en Japón ha habido mujeres que han realizado labores similares a las de las geishas desde antes de esa fecha. Hablamos de las saburuko de finales del siglo VII y de las shirabyōshi, en el siglo XII.



Las saburuko (que podría traducirse como “las que sirven”) eran generalmente mujeres sin hogar estable, que subsistían a base de vender favores sexuales. Por lo general eran de clase extremadamente baja, aunque algunas contaban con talento y buena educación, y solían asistir con cierta frecuencia a reuniones de las clases altas para amenizar las veladas con sus bailes y con sus canciones.

Las shirabyōshi, cuyo nombre proviene del baile que realizaban, surgieron en un momento de grandes cambios sociales, el periodo Heian, en el que muchas familias nobles tuvieron problemas económicos y la única manera de subsistir que tenían las hijas de estas familias era convertirse en shirabyōshi. Al ser de buena familia, tenían una educación exquisita y pronto comenzaron a ser muy valoradas por sus dotes para la poesía y el baile. Las canciones y bailes de estas mujeres solían tener, además, una importante carga erótica.

Saltamos en el tiempo hasta 1589. Gobierna Japón Hideyoshi Toyotomi, y en ese año, uno de sus favoritos, Saburoemon Hara, le pide permiso para abrir un burdel, que ya está bien de tener todo este negocio de la prostitución tan poco organizado. Hideyoshi le concede la licencia y se empieza a construir entonces un pequeño barrio cercado por vallas en la zona de Nijō Yanagimachi, en Kioto, al estilo estilo de los barrios de placer de la dinastía Ming en China, y es que todo está ya inventado.



Este se convertiría en el primero de los barrios de placer de Japón y el invento tuvo un éxito tal, como casi cualquiera podría haber predicho, que muchas otras ciudades siguieron la estela y abrieron sus propios barrios. La leyenda cuenta que el mismo Hideyoshi Toyotomi solía disfrazarse y entrar a escondidas en el barrio, para disfrutar de sus placeres con algo de privacidad.

En 1641 este primer barrio de placer de Kioto se traslada al sur de la ciudad ya que se encontraba demasiado cerca del Palacio Imperial, y es que pese a la actitud más permisiva de los japoneses frente al sexo, una cosa es ser abiertos de mente y otra muy diferente mezclar la corte con las bajas pasiones. Fue entonces cuando se le empezó a conocer como el “Shimabara de Kioto” (llamado así porque su única puerta de entrada al parecer se asemejaba a la fortaleza de Shimabara, en la isla de Kyūshu). El barrio continuó prestando sus carnales servicios, con gran prosperidad y fama especialmente durante el periodo Genroku japonés hasta que en 1854 sucumbió pasto de las llamas.

El éxito de Shimabara hizo que se empezaran a crear otros barrios de placer por todo el país, ya que los avispados japoneses de la época se dieron cuenta de que ahí había negocio. De todos los que se crearon, podemos citar Shinmachi en Osaka o Maruyama en Nagasaki, pero sin duda uno de los más famosos y activos fue Yoshiwara, que se encontraba en Edo, nombre que tenía por aquel entonces la ciudad que hoy conocemos como Tokio.

Su historia se remonta a 1612, cuando Shoji Jimenon, propietario de un burdel en Edo, pidió al gobierno Tokugawa la creación de una zona vallada al estilo de Shimabara para agrupar a todas las prostitutas y a todos los burdeles. Los motivos no tuvieron nada que ver con la moral o las buenas costumbres, ni mucho menos, sino que fueron económicos y políticos.
HomeGeisha: arte y tradición
Vamos a dar un paseo por la historia de las geishas que, con su rostro blanquecino, sus labios de rojo brillante, sus elaborados peinados y sus vistosos kimonos, siempre han tenido un aura de misterio que ha despertado el interés de todos los que se han acercado a este mundo tan particular, pero ¿cuándo y cómo aparecieron las geishas? ¿cómo se han convertido en lo que son hoy en día?



Veréis que empezamos a hablar de mujeres que, en principio, puede parecer que no tienen nada que ver con las geishas y que damos bastante detalle acerca de los barrios de placer, donde se desarrollaba la prostitución. ¡Pero tened paciencia, que todo ello es necesario para conocer los orígenes y evolución de las geishas!

Contenidos
1 Vamos a crear unos barrios de placer
2 El mundo flotante y las geishas
3 Cortesanas de todo tipo en los barrios de placer
4 Se allana el camino para las geishas
5 Las geishas en la época moderna
Vamos a crear unos barrios de placer



Las geishas, tal y como las conocemos hoy en día, son relativamente modernas, ya que las primeras noticias que tenemos de ellas datan de 1700, pero en Japón ha habido mujeres que han realizado labores similares a las de las geishas desde antes de esa fecha. Hablamos de las saburuko de finales del siglo VII y de las shirabyōshi, en el siglo XII.

Las saburuko (que podría traducirse como “las que sirven”) eran generalmente mujeres sin hogar estable, que subsistían a base de vender favores sexuales. Por lo general eran de clase extremadamente baja, aunque algunas contaban con talento y buena educación, y solían asistir con cierta frecuencia a reuniones de las clases altas para amenizar las veladas con sus bailes y con sus canciones.

Las shirabyōshi, cuyo nombre proviene del baile que realizaban, surgieron en un momento de grandes cambios sociales, el periodo Heian, en el que muchas familias nobles tuvieron problemas económicos y la única manera de subsistir que tenían las hijas de estas familias era convertirse en shirabyōshi. Al ser de buena familia, tenían una educación exquisita y pronto comenzaron a ser muy valoradas por sus dotes para la poesía y el baile. Las canciones y bailes de estas mujeres solían tener, además, una importante carga erótica.




Gráfico de la historia de las geishas



Saltamos en el tiempo hasta 1589. Gobierna Japón Hideyoshi Toyotomi, y en ese año, uno de sus favoritos, Saburoemon Hara, le pide permiso para abrir un burdel, que ya está bien de tener todo este negocio de la prostitución tan poco organizado. Hideyoshi le concede la licencia y se empieza a construir entonces un pequeño barrio cercado por vallas en la zona de Nijō Yanagimachi, en Kioto, al estilo estilo de los barrios de placer de la dinastía Ming en China, y es que todo está ya inventado.

Este se convertiría en el primero de los barrios de placer de Japón y el invento tuvo un éxito tal, como casi cualquiera podría haber predicho, que muchas otras ciudades siguieron la estela y abrieron sus propios barrios. La leyenda cuenta que el mismo Hideyoshi Toyotomi solía disfrazarse y entrar a escondidas en el barrio, para disfrutar de sus placeres con algo de privacidad.

En 1641 este primer barrio de placer de Kioto se traslada al sur de la ciudad ya que se encontraba demasiado cerca del Palacio Imperial, y es que pese a la actitud más permisiva de los japoneses frente al sexo, una cosa es ser abiertos de mente y otra muy diferente mezclar la corte con las bajas pasiones. Fue entonces cuando se le empezó a conocer como el “Shimabara de Kioto” (llamado así porque su única puerta de entrada al parecer se asemejaba a la fortaleza de Shimabara, en la isla de Kyūshu). El barrio continuó prestando sus carnales servicios, con gran prosperidad y fama especialmente durante el periodo Genroku japonés hasta que en 1854 sucumbió pasto de las llamas.

El éxito de Shimabara hizo que se empezaran a crear otros barrios de placer por todo el país, ya que los avispados japoneses de la época se dieron cuenta de que ahí había negocio. De todos los que se crearon, podemos citar Shinmachi en Osaka o Maruyama en Nagasaki, pero sin duda uno de los más famosos y activos fue Yoshiwara, que se encontraba en Edo, nombre que tenía por aquel entonces la ciudad que hoy conocemos como Tokio.

Su historia se remonta a 1612, cuando Shoji Jimenon, propietario de un burdel en Edo, pidió al gobierno Tokugawa la creación de una zona vallada al estilo de Shimabara para agrupar a todas las prostitutas y a todos los burdeles. Los motivos no tuvieron nada que ver con la moral o las buenas costumbres, ni mucho menos, sino que fueron económicos y políticos.

Yoshiwara en la era Taisho

Y es que la creación de un barrio de placer vallado conseguía dos cosas (o así lo vendió Jimenon): evitar la proliferación no controlada de prostitutas, que lógicamente tenía un efecto pernicioso para el negocio de los propietarios de los burdeles, ya que los precios tendían a bajar al haber oferta “pirata” y mantener a todos los elementos considerados subversivos para el régimen concentrados en un único lugar en el que se les pudiera vigilar fácilmente. La petición le fue concedida en 1617, otorgándole una superficie de terreno de casi 48.000 metros cuadrados para construir el barrio (como unos 11 campos de fútbol), teniendo que atenerse a una serie de normas:

No se permitiría ni la existencia de burdeles fuera del barrio ni que las cortesanas o prostitutas trabajaran fuera de él.
No se permitiría a ningún invitado permanecer en un burdel más de 24 horas seguidas.
No se permitiría a las cortesanas llevar vestidos lujosos con bordados de oro y plata. Dondequiera que estuvieran, tenían que llevar ropas sencillas.
Los edificios del barrio no podrían tener una apariencia llamativa y sus habitantes deberían cumplir con los mismos deberes que los residentes normales de otras zonas de Edo.
No eran condiciones difíciles de asumir, así que dicho y hecho, se pusieron manos a la obra y en noviembre de 1618 Yoshiwara abrió sus puertas, aunque no se completó su construcción hasta 1626, y es que en Japón también les gustaba aquello de inaugurar las cosas mucho antes de que estuvieran terminadas.

Hablamos aquí de barrios de placer y de cortesanas, y es que la prostitución regulada era el negocio principal, pero con el tiempo, acabarían teniendo cabida otros aspectos alejados del disfrute carnal tales como la música, los bailes, y otras formas de arte.

El mundo flotante y las geishas
Pongámonos en situación, los barrios de placer ya hace tiempo que funcionan y están extendidos por todo el país. Las clases altas, como los samuráis, tienen sueldos fijos que son claramente insuficientes debido a la inflación y empiezan a pedir dinero prestado a comerciantes y prestamistas que gracias a esto empiezan a amasar grandes fortunas. Pese a la distancia física de Japón con el resto del mundo Occidental, no ocurre nada que nos sorprenda.

¿Y cuál fue la solución del gobierno para mantener las diferencias de clases? Lo único que se les ocurrió fue promulgar edictos y leyes que prohibían a los miembros de las clases bajas (exacto, esos comerciantes y prestamistas que se estaban haciendo de oro) demostrar que tenían más dinero que las teóricamente clases altas, es decir, vestir ropajes de seda, vivir en casas de tres pisos, o decorar sus viviendas con oro y plata, entre otras cosas, que era justo lo que hacían con todo el dinero que ganaban. Así intentaban tener contentos a los samuráis, que no conviene soliviantar a los que portan armas, no vaya a ser que se enfaden mucho y la liemos.

Los comerciantes y prestamistas, entonces, al ver que podían ver como les confiscaban todas sus posesiones si incumplían estas leyes, decidieron gastarse el dinero en algo que no fuera a una posesión material y que, por tanto, no fuera ilegal. Así, se convirtieron en grandes patronos de los barrios de placer.

El shōgun, cuando autorizó los barrios de placer, quería ocultar el vicio y mantener bien controlados a sus protagonistas, pero todo este lío de las leyes para mantener las distinciones entre clases hizo que la saliera el tiro por la culata. En lugar de mantener ese vicio controlado y oculto, lo que se consiguió fue convertir los barrios de placer en los lugares de moda y más interesantes de la ciudad, que además no sólo ofrecían sexo sin compromiso, amoríos de una noche o una gran cantidad de placeres sensoriales, sino también elegancia, cultura y refinamiento.

En 1661, el escritor Ryoi Asai acuñó una palabra para esta nueva forma de vivir: ukiyo, el mundo flotante, que es de donde procede el término ukiyo-e, o pinturas del mundo flotante, grabados en madera de cortesanas, prostitutas, y más tarde de geishas. En el pasado, la palabra ukiyo había sido un término budista que hacía referencia a la transitoriedad de la vida. El término, sin embargo, tomó un nuevo cariz en la obra de Ryoi. La vida es ciertamente transitoria, así que, ¿qué mejor manera de vivirla que entregarse a la búsqueda del placer?.

Cortesanas de todo tipo en los barrios de placer
En estos barrios de placer había muchas clases diferentes de cortesanas, conocidas en general bajo el nombre yūjo. Como hemos dicho, una cortesana era una prostituta, pero dicho en plan más fino, no vaya a ser que alguien se ofendiese.

Había diferentes clases de cortesanas, en función de las capacidades artísticas de cada una, de la belleza, del dinero que ganara para sus patronos, etc., y además no eran clases cerradas ya que las muchachas podían ir subiendo de clase a medida que ganaban en popularidad o que mejoraban sus dotes artísticas. Así, estos barrios de placer daban servicio a un público muy diverso, ya que tanto si llegaba un samurái con poco dinero como si el cliente era un acaudalado prestamista, siempre había una cortesana adaptada a sus posibilidades monetarias, para que ningún cliente se marchara insatisfecho. Visión de negocio no faltaba, desde luego.
La clase más alta a la que podía aspirar una cortesana eran la de tayū, y en los primeros días de los barrios de placer, todas las cortesanas de este nivel eran mujeres excepcionales, de gran belleza y talento, pero aunque las trataban casi como a miembros de la realeza, no eran más que pájaros enjaulados con un sinfín de reglas y obligaciones que cumplir si no querían verse expulsadas de esta clase y perder el estatus. Eso sí, tenían la posibilidad de rechazar a cualquier cliente que no desearan y cada una contaba con dos jóvenes sirvientas, las kamuro, a las que trataban de educar en las costumbres y maneras de ese mundo flotante tan particular (elemento que inequívocamente nos recuerda a la estructura fraternal y matriarcal del mundo de las geishas).
 


Pero acceder a una de estas tayū era muy costoso, y además, hasta que el cliente conseguía consumar el acto sexual, había muchas actividades previas y mucho ritual, que si ahora vamos a un banquete, que si vamos a ver bailes tradicionales, o tal vez a escuchar unas canciones, etc., y poco a poco la demanda empezó a fluir hacia otras clases de cortesanas más baratas y menos rígidas. Pero los dueños de los burdeles no querían perder dinero, así que fueron subiendo de categoría a ciertas chicas y creando clases nuevas, pero con tanto cambio lo que se consiguió al final fue que las cortesanas incluso de las clases más altas no tuvieran ninguna capacidad artística y que los clientes no esperasen de ellas más que sus favores sexuales, quedando así despojadas de todo arte.

Esto es más importante de lo que parece, ya que al dejar las cortesanas de lado la faceta artística, se abría la posibilidad de que otro grupo de personas se aprovechara de esto y comenzara a entretener con su arte a los clientes, pero de forma legal, claro, y sin contacto íntimo y con menos rigidez. Pero no adelantemos acontecimientos.

Se allana el camino para las geishas
A mediados del siglo XVIII, en las casas de té que hay alrededor de los templos sintoístas de Kioto y Osaka aparecen unas mujeres que se encargan de entretener a los peregrinos y viajeros, y sin duda, estas “animadoras” pueden considerarse hoy las precursoras más directas de las geishas, al menos en su vertiente femenina.

Digo esto porque en realidad las primeras geishas eran hombres que previamente habían formado parte del grupo conocido como taikomochi (que podría traducirse como “el que lleva un tambor”). Estos hombres llevaban haciendo su trabajo dentro de los límites de los barrios de placer desde un siglo atrás y se dedicaban a entretener a sus clientes con baile, música y conversación en los banquetes que estos tenían con sus cortesanas, antes de retirarse a disfrutar con ellas de los placeres carnales.

Y hasta 1750 no encontramos a la primera geisha mujer, que ni siquiera lo era como tal, ya que realmente era una cortesana que se autoproclamó geisha. Kikuya se llamaba y se hizo famosa sobre todo por sus dotes para el shamisen y el canto, más que por sus dotes carnales.

El desarrollo de las geishas femeninas, de hecho, estuvo conectado fuertemente con la introducción del shamisen hacia mediados del siglo XVI. Este instrumento de tres cuerdas se volvió extremadamente popular a lo largo y ancho de Japón gracias a que era relativamente sencillo de tocar y era el acompañamiento perfecto a muchas de las canciones populares de la época. Y aunque muchas de las cortesanas pronto incluyeron el shamisen entre sus habilidades, con el tiempo lo dejaron de lado o simplemente con tanto movimiento entre las diferentes clases de cortesanas su uso se perdió, dando vía libre a las geishas hombres para dedicarse a la parte musical del entretenimiento y más tarde fueron las geishas femeninas las que finalmente se convirtieron en las maestras de este instrumento de tres cuerdas. 

Otro punto importante en el desarrollo de las geishas femeninas fue la aparición de las odoriko. Hacia el año 1680 comenzó a ser frecuente que muchas jovencitas fueran enviadas por sus padres a recibir clases de baile, para poder obtener dinero a cambio de estos servicios, muy populares entre los daimyō y los samuráis de clase más alta. Originalmente estas jovencitas no comerciaban con favores sexuales, pero en vista del dinero que los señores feudales estaban dispuestos a pagar por su compañía, muchos padres sin escrúpulos fueron explotándolas más y más hasta que muchas de ellas se convirtieron en meras prostitutas que sabían bailar.

En 1743 un grupo de odoriko de Edo fue arrestado junto con otras prostitutas ilegales y se les envió a trabajar a Yoshiwara. Asimismo, en 1753 otro grupo de odoriko fue enviado a trabajar dentro de los muros del barrio de placer, ya que eso de ofrecer servicios sexuales no regulados estaba muy mal visto y eran muy malo para el negocio. Fue en esa época cuando estas mujeres, aunque todavía prostitutas, comenzaron a autodenominarse “geishas”, pues sabían hacer más cosas y con más estilo que las cortesanas. Y finalmente las geishas sólo se encargaron de la parte artística del entretenimiento en los barrios de placer.

Al contrario que las cortesanas, las geishas eran mujeres independientes e inteligentes que vivían de sus dotes artísticas y de su ingenio, sin estar sujetas a rígidos formalismos. Podían relacionarse sexualmente cuando quisieran y con quien quisieran y no estaban obligadas a vivir en los barrios de placer. Shimabara fue uno de los primeros barrios en unirse a la moda de las geishas y aunque Yoshiwara tardó una década, finalmente sucumbió a la presión.

Rápidamente, las geishas femeninas u onna geisha sobrepasaron en número a las geishas masculinos y el término pronto pasó a referirse sólo a mujeres, con lo que los hombres que se dedicaban a este trabajo fueron entonces llamados otoko geisha, es decir, hombres geisha. Con la desaparición de las tayū, además, las geishas se colocaron en el ojo del huracán y en 1779 se habían vuelto tan populares y demandadas que se habían convertido incluso en rivales de las cortesanas, robándoles muchos de sus clientes, y eso que ellas no comerciaban con el sexo.



Estaba claro que todo esto era un polvorín, ya que los propietarios de los burdeles veían como sus ingresos caían, y encima las geishas no pagaban impuestos y podían entretener a los clientes fuera de los barrios de placer, con lo que muchos ni siquiera entraban luego a buscar cortesanas. La solución que se le ocurrió a uno de estos pobres propietarios en Yoshiwara fue la de crear un registro o kenban que tuviera a todas las geishas controladas y organizadas, con unas normas y regulaciones estrictas de obligado cumplimiento. A saber:

Las geishas no podían salir de los barrios de placer para ejercer su trabajo, menos en el día de Año Nuevo y en el Bon Odori en julio, cuando se levantaba esta prohibición (aunque debían regresar antes de las cuatro de la tarde). Así evitaban lo que consideraban competencia desleal.



Las geishas tenían terminantemente prohibido vestir kimonos extravagantes y sólo podían llevar peinados de estilo sencillo, con pocos adornos en el pelo (una peineta y dos pinzas, pobrecitas, lo que tuvieron que sufrir).
Para evitar que adquirieran confianza con sus invitados, las geishas debían ser contratadas en grupos de tres y no se podían sentar cerca de sus clientes a no ser que no hubiera ninguna otra posibilidad. Si se sospechaba que una geisha estaba intimando demasiado con un cliente, el kenban podía abrir una investigación y la geisha podía ser suspendida de empleo durante un par de días, o incluso podía llegar a ser expulsada. Así, los clientes no perdían sus energías sexuales con las geishas, encima sin pagar, y estaban listos para contratar a las cortesanas.
Su horario de trabajo estaba estrictamente limitado desde el mediodía hasta las 10 de la noche, aunque posteriormente se extendió esta hora hasta la medianoche.
Este sistema de control de geishas fue tan efectivo en Yoshiwara que pronto fue adoptado en el resto de los barrios de placer. Pero de nuevo, salió el tiro por la culata y es que las reglas, aunque muy estrictas, crearon las condiciones perfectas para el despegue definitivo de las geishas porque las distinguió total y absolutamente de las cortesanas en un momento en el que la excesiva ritualización de las costumbres de estas, las conversaciones estereotipadas y la excesiva ornamentación de sus kimonos, peinados y maquillaje estaban empezando a cansar a los hombres que acudían a los barrios de placer, que buscaban algo más sencillo y terrenal, algo que encontraron en la elegancia, el ingenio, y las artes de las geishas.



A finales del siglo XIX las geishas hombres habían desaparecido y fue a partir de este momento cuando las geishas tal y como las entendemos actualmente se extendieron por todo Japón.

Un detalle que merece la pena comentar es el importante papel que desempeñaron las geishas durante la Restauración de Meiji, cuando el gobierno dejó de estar en manos de los shōgun de la familia Tokugawa y pasó nuevamente al emperador. Gran parte de los planes revolucionarios se gestaron en las casas de té, donde trabajaban las geishas, famosas por su discreción, de manera que tras el éxito de la Restauración, las geishas fueron ampliamente favorecidas por los nuevos estamentos japoneses, como agradecimiento, pasando muchas de ellas a ser las concubinas de los nuevos hombres fuertes del gobierno surgido de la Restauración. Y es que en Japón, tener una concubina nunca estuvo mal visto.

Las geishas en la época moderna
Cuando hoy vemos a las geishas, con sus kimonos, su estética y su dominio de artes tradicionales, podemos perder de vista que, al principio, eran símbolos de modernidad. Y aunque nos cueste creerlo, fueron ellas las que marcaron las tendencias de la moda; fueron las primeras que, con la apertura de Japón hacia Occidente, empezaron a peinarse y a vestir como hacían las mujeres de esos países con los que Japón empezaba a tener trato. Pero entonces surgieron las hostesses, unas “camareras” de estilo occidental que también entretenían a los clientes, pero sin el entrenamiento riguroso en artes tradicionales de las geishas y en bares más modernos que las tradicionales casas de té.
 


Parecía que las geishas podían correr el mismo destino con las hostesses que en el pasado las cortesanas corrieron con ellas, así que se dieron cuenta de que si querían sobrevivir, tenían que dar un giro de 180 grados y así, se convirtieron en depositarias de las tradiciones japonesas más antiguas. De hecho, es raro ver hoy en día a una japonesa vestida de kimono y cada día hay menos gente que sepa tocar el shamisen o realizar apropiadamente la ceremonia del té, mientras que para una geisha, todo esto es su pan de cada día.

Las hostesses, además, aprovecharon el cierre de los barrios de geishas durante la Segunda Guerra Mundial para convertirse en las principales animadoras, por lo que cuando volvieron a abrirse los negocios dentro de estos barrios, las geishas eran poco más que un recuerdo del pasado, una institución que mantenía vivas las artes tradicionales, sin más. Y por si fuera poco, tras la guerra, se promulgaron nuevas leyes que regulaban la prostitución y el entretenimiento, lo que supuso el final de algunas costumbres bastante arraigadas como por ejemplo la de que algunas familias rurales de pocos medios vendieran a sus hijas a una casa de geishas o la del mizuage o desfloración de la aprendiza de geisha por un patrono a cambio de una cantidad de dinero generalmente bastante alta.
Con la ocupación americana, las geishas vivieron momentos tensos y duros, ya que muchas prostitutas, para atraer con más facilidad a los soldados americanos, empezaron a decir que eran geishas, ya que aunque poco se sabía en Occidente acerca de su verdadera naturaleza, su existencia era plenamente conocida pero estaba asociada a un tipo de prostitución de gran exotismo. En cierto modo, esta confusión continúa viva en la actualidad, ya que sigue habiendo mucha gente que confunde geisha y prostituta.

Hoy en día, por tanto, la vida de una geisha es totalmente diferente a como era en el pasado. Actualmente las chicas que se convierten en geishas lo hacen por voluntad propia, no por una transacción monetaria entre sus familias y las casas de geishas y generalmente no permanecen en este trabajo demasiado tiempo, ya que es una vida muy dura.

Pero lo que más cabe destacar es la tendencia que en las últimas décadas ha golpeado con dureza a la comunidad de geishas: la drástica reducción del número de aprendizas y de geishas profesionales. Muy pocas japonesas se muestran receptivas hoy en día ante la idea de dedicar sus años de juventud al estudio y al perfeccionamiento de unas artes tradicionales, cuando para entretener a un cliente existe una forma más fácil y con una carrera por delante mucho menos exigente, las ya mencionadas hostesses.

Los distritos de geishas de Kioto aún tienen aprendizas o maikos, porque su apariencia sigue siendo popular entre los turistas, pero hay pocas. Así, la gran mayoría de las chicas que están interesadas en esta vida pasan cuatro o cinco años como maiko y luego vuelven a su vida normal. Otras, sin embargo, sobre todo en áreas como Tokio, se convierten directamente en geishas, sin pasar por la fase de aprendiza.

Otro factor que ha contribuido al declive de las geishas ha sido la disminución de la demanda y es que a medida que Japón se vuelve más occidental, los hombres prefieren cada vez más la compañía de las hostesses. Y no sólo por los altísimos precios de pasar una velada con una geisha, que también, sino porque se sienten más relajados en compañía de una camarera moderna, ya que las geishas tienen unos rituales tan elaborados y marcados que recuerdan a los que en su día tuvieron las tayū y muchos hombres de negocios no son lo bastante sofisticados para sentir que están a la altura de una geisha.

Japón es un país orgulloso de su mezcla de tradición y modernidad, pero la presión occidental está haciendo mella en la sociedad. ¿Desaparecerán las geishas? ¿O simplemente se adaptarán a los nuevos tiempos y cambiarán su estilo, como ya hicieron en el pasado? La respuesta a estas preguntas se esconde en el futuro. No podemos hacer más que esperar y ver.