Nacido en Lisboa en 1967.
Graduado en pintura, nota final de 18/20, de la Facultad de Bellas
Artes de la Universidad de Lisboa. En 1995 aceptó una invitación para enseñar
en la Facultad. Había leído Arquitectura de la Universidad Técnica de Lisboa,
de 1986 a 1989.
Desde 1995 ha estado cooperando con el correo portuguesa en la
producción de originales para la impresión de sellos, especialmente su serie
conmemorativa del 500 º aniversario de vasco da La llegada de Gama a la India,
y también con la edición portuguesa de la revista National Geographic (primeros
nueve números).
Presente en las siguientes colecciones: Banco de Portugal, Museo
de Setúbal, Museo de Comunicaciones, UCCLA, La Casa Blanca (Washington), Instituto
per le Opere Religiose (IOR-Vatican) y muchas colecciones privadas.
Entre el tenebrismo barroco, lo grotesco y la foto realismo
erótico, se mueven las cuerdas del arte del portugués Carlos Barahona Possollo.
Carlos Barahona Possollo (Lisboa 1967) es un magnífico pintor del
cuerpo humano, con sus colores cálidos, y una perfección técnica que lo acerca a
la foto realismo.
Que su trabajo destila erotismo es evidente, que además es un
virtuoso del pincel, también. Y con esa mezcla nos regala una obra que por su
estética recuerda a los clásicos pero que una modernidad manifiesta invadiendo
la pintura impide que así sea.
Y dado que en la antigüedad clásica la sexualidad no se
consideraba algo pecaminoso sino todo lo contrario, el autor plasma lo que
supone se producía entre dioses y mitos en general.
Basta recordar las fiestas y bacanales en honor a Dionisios, donde
el erotismo era motivo de celebración. Y así, con ese gusto por lo real Carlos
Barahona nos pone delante momentos cumbre de sensualidad, también cierta
sexualidad explicita que no incomoda en absoluto.
Sus protagonistas, expresivos hasta lo indecible, acompañan esos
momentos de lujuria con total delectación, capaces de trasmitir voluptuosidad
con sus tentadores poseso Labios que buscan posarse en el lugar adecuado, manos
que recorren dulces recovecos, miradas que nos invitan a participar, emociones
que salpican al espectador.
No faltan tampoco referencias a la religión. Y ahí si, la provocación
se hace lienzo, porque aquí el pecado surge en la mente de todos, así nos lo
han contado. Barahona, con su habitual carga homoerótica funde en esas imágenes
de santos, sexualidad y divinidad, si hay crítica implícita o no es algo que
queda a juicio del observador.