El éxito global de “Cincuenta sombras de Grey” (best seller
y ahora película) le puso luz a la subcultura sadomasoquista. ¿Pero cómo
funcionan estas prácticas donde el sexo se pacta entre “amos” y “esclavos”?
Ariel Grinberg "Se trata de cumplir una fantasía donde
hay reciprocidad entre los roles, dominante y sumiso", aseguran quienes
practican sado. / Ariel Grinberg
Al principio fue pura curiosidad. Exploración guiada por una
fantasía que tenía dándole vueltas por la cabeza. La desnudez convencional se
fue vistiendo de cuero y encaje. Tacones altos, maquillaje sugestivo, una
peluca negra, que tapaba su cabellera castaña. Incluso antes de terminar su
matrimonio le pidió a su exmarido que durante los juegos sexuales le diera
algunas nalgadas, que jugara un rol: la idea era que imaginara que ella estaba
ahí para llevar a cabo sus deseos. Que era su esclava. Dentro suyo, el
escenario se montaba con ella en una actitud indefensa y sumisa. Pensarlo le
generaba una excitación nueva. Necesitaba llevarlo al escenario posible de su
sexualidad.
Profesional, de cuarenta y pico, empezó a indagar en el
mundo sado estando aún casada. Fue un amigo que transitaba ese ambiente quien,
finalmente, le abrió las puertas de lo que Silvia estaba buscando. Así, un día
que recuerda con la intensidad de lo primario, se convirtió en una esclava
"de verdad", como define. Con sus movimientos restringidos por unas
muñequeras de cuero que estaban unidas entre sí; le impedían mover sus brazos
con libertad. Tenía una venda en los ojos y obedecía sin objeciones las órdenes
de su amo, con quien se había contactado a través de una red social. Antes de
llegar a ese momento, chatearon, se comunicaron por Skype, hasta que hubo un
encuentro cara a cara en un lugar público. "Fue para ver si al mirarnos
teníamos onda", explica. Y la tuvieron. Ya no son nalgaditas solamente.
Ahora su cuerpo recibe otros estímulos más fuertes que, asegura, hacen que su
goce se potencie. Resulta raro escucharla hablar de humillaciones y
sometimientos cuando en su vida cotidiana está en un lugar donde se toman
decisiones. "A veces pienso que mi mapeo erótico dejó de ser convencional
y que necesito experimentar mi sexualidad con otros elementos de sumisión
porque me paso el día dando órdenes", confiesa. "Tengo gente a mi
cargo. Pero en mi sexualidad no quiero estar al mando. Quiero ser sumisa",
sonríe. "Sé que es una contradicción".
Quienes practican sado construyen un estilo de vida. O
cuanto menos, hacen un camino exploratorio de su propia sexualidad, a través
del BDSM. Este acrónimo surge de la unión de tres conceptos clave: Bondage
(restricción física por medio de cuerdas) y Disciplina; Dominación-Sumisión;
Sadismo y Masoquismo. Las prácticas incluyen roles sexuales, fetichismo y
cambios de poder (power exchange). Este último punto es interesante porque el
mundo sado suele derribar las normas sociales no solo en la sexualidad, también
en las relaciones humanas. La ensayista marroquí y profesora en la Universidad
de Jerusalén, Eva Illouz, en su libro Erotismo de autoayuda. Cincuenta sombras
de Grey y el nuevo orden romántico, sostiene: "El BDSM ofrece una serie de
estrategias simbólicas para superar los dilemas de la lucha heterosexual. Los
roles se establecen de nuevo orden pero en una forma que no necesariamente
coincide con el género". Así, muchos hombres (a quienes la cultura los
pone en el lugar del heterosexual dominante) suelen tomar roles de sumisos que
ruegan a la Dominatrix (mujer dominante) que los maltrate y humille.
"No se trata de los roles de género. Tampoco soy sumisa
en mi vida cotidiana. Y me asumo bastante fetichista: uso zapatos altos, ropa
interior negra, con encaje", define Silvia. No hizo falta que leyera la
trilogía de Cincuenta sombras de Grey ni que fuera a ver la película que
originó ese best seller planetario, que roza, en un ambiente de llamativa asepsia,
ciertas prácticas que enseguida se viralizaron taggeadas como sadomasoquistas.
Ni tanto ni tan poco. Para quienes transitan el BDSM se le puede achacar a esa
novela los aspectos conservadores que muestra: hombre exitoso, bello, joven y
millonario, que en los juegos es dominante. Una muchacha virgen, pobre, sumisa,
desprolija, que obederá sus órdenes, sin chistar, con tal de cumplir con los
deseos del objeto de su amor y casarse. Una asimetría acaramelada con algunos
momentos inquietantes, sí, pero que sin ellos sería una novela de los dorados
años ‘50 .
Como sea, la historia causó cierta turbación en el ambiente
BDSM local. Al menos esa es la percepción que recogieron en Mazmorra, una red
social argentina, creada hacia diez años. "Hubo una recepción ambigua,
generó debate. Para bien o mal, lo cierto es que el libro marcó un hito para
nosotros. Se habla más del tema, mucha gente se acercó para informarse. La
lectura que se puede hacer es que el mercado validó estas experiencias, en
paralelo a un movimiento cultural y al replanteo de la sexualidad que se hacen
las personas", analiza Tomás Heretique, miembro de Mazmorra. "Por
otro lado, si hilamos fino, en el mundo de la sexualidad convencional o
vainilla, como decimos nosotros, algún juego sexual de roles hubo. Alguna vez
alguien ató al otro; o hubo nalgaditas o vendajes en los ojos", menciona
Heretique, 29 años, pianista, compositor, filósofo. Y nombre de fantasía.
"Nuestra idea es el empoderamiento de nuestras exploraciones eróticas.
Siempre y cuando, se den en el marco del consenso y respeto por la persona. Sin
esto, no es posible del BDSM".
La comunidad. Estética. Sofisticación. Intensidad. Cuidado.
Vínculos fuertes. Son algunas de las palabras que más se escuchan entre quienes
prueban BDSM. Las prácticas en sí mismas, prefieren mantenerlas en reserva. Sin
embargo, en los foros, se pueden leer algunas de las cuestiones que se ponen en
juego en las relaciones que se forman. El sitio Mazmorra.net es una buena
medida para sondear el impacto que están teniendo estas prácticas en la
sexualidad. Por empezar, el sitio recibe 15 mil visitas diarias y tiene más de
36 mil usuarios registrados. La mayoría de ellos, entre los veintipico y
cuarenta años. "Hay una realidad, una fuerte etapa de exploración en la
gente que conforma la comunidad. Los más jóvenes se acercan con menos
prejuicios. Para las personas de más edad, en cambio, este ámbito puede ser
liberador porque no existía cuando ellos empezaron", explica Joaquin
Spector, su creador.
Por mes, la página web recibe unas 250 mil personas que
pueden acceder a información gratis, participar de los chats y foros donde se
discuten los temas más variados, desde las prácticas hasta solicitar ideas para
ser humillados en público, consejos acerca de usar ciertos elementos (como un
dispositivo de castidad que usan los varones) o debatir sobre los vínculos que
se generan.
WhiteStar, mujer, sumisa, expresó en el foro: "Existen
Amos que nos marcan a fuego en el alma y en la piel... Que nos dejan a merced
de un desamparo inmenso cuando oímos la frase que jamás esperamos: ‘Se acabó,
te dejo libre'... Por más motivos (reales o imaginarios) que nos planteen,
consideramos que ninguno justifica la ruptura". Las respuestas no se
hicieron esperar. "Si en la vida vainilla resulta difícil volver a
enamorarse (que es una forma de entregarse), en el BDSM cuando la persona que
te ‘moldeó' a su manera de ser por el motivo que fuere, se va... Qué difícil y
duro es el camino para volver a empezar. El Amo que aparezca debe ser aquel que
te ayude a rearmar ese rompecabezas", escribió LeVarie, hombre, switch.
(Ver Diccionario...)
Otro usuario planteó acaso la duda que taladra tanto como
las fantasías: si una relación BDSM por fuera de la pareja vainilla (oficial)
es considerada una infidelidad. La piedra la tiró Footslave10, un sumiso de 25
años. La relación con su novia le resultaba "aburrida". Los consejos
coincidieron en marcar que, si amaba a su novia como aclaraba, lo mejor era ser
sincero con ella; el atajo que él pensaba realizar para vivir su fantasía, era,
en efecto, una infidelidad. Al menos, así se pronunciaron los foristas.
Todo comienza con un primer encuentro, en la red social o en
algún evento de la comunidad. Hay reuniones a las que solo pueden acceder los
usuarios de la red, aunque también existen espacios abiertos para relacionarse.
Es el ámbito en que muchas personas se acercan. En general, se organizan en un
lugar público. Por caso, un picnic. Luego, habrá momentos de cierto
conocimiento; cuanto más sepa uno de otro mejor. Y si deciden tener una
práctica BDSM, se pondrán de acuerdo en las condiciones en las que se va a
realizar. Una vez que los términos quedan claros -lo que en Cincuenta
sombras... era un contrato- se citan para llevar a cabo la "sesión".
Momento que también se suele mencionar como "la escena" o
"escenario masoquista": "Tienen un lugar dentro de un universo
cultural que las significa de determinada manera. En cada caso, el juego tiene
un argumento: uno es amo y el otro esclavo, permanecen en una mazmorra o salen
a pasear estando uno de ellos encadenado; o uno es escolar y el otro una severa
institutriz que lo zurra, etcétera. Los roles son tan claros como esquemáticos
y se pueden desarrollar de maneras diferentes", escribió Ana Grynbaum,
psicoanalista uruguaya, en La cultura masoquista. Y precisamente ese pasaje de
la escena fantaseada a la realizada es por donde transita el deseo.
Según Grynbaum, "una situación en principio humillante
se convierte en motivo de orgullo y de goce". En tanto que los elementos
usados -juguetes, disfraces y fetiches- "están vaciados de todo peso moral
e ideológico". No hay cuestionamientos ni incorrección política.
En la sesión es importante que las prácticas transcurran de
modo Seguro, Sensato y Consensuado (SSC). Explica Fiona, integrante de la
comunidad BDSM local: "La idea es estar sano física y psíquicamente. Se
trata de cumplir una fantasía donde hay reciprocidad entre los roles. No es
recomendable hacer sesiones si se consumió drogas o alcohol porque se pierden
la percepción de los límites, propios y ajenos, lo cual no haría un juego
seguro". Pero además, "siempre hay que estar atento y en lo posible
conocer las reacciones de la persona en determinadas situaciones. Por ejemplo,
si hay juegos con cuerdas, tener a mano una tijera para cortarlas en caso de
que la persona lo requiera. Y por supuesto, cumplir con las palabras de
seguridad".
Hay quienes consideran que, sobre todo las prácticas
sadomasoquistas, tienen que llegar a los extremos y no restringirlas con ningún
concepto de seguridad. Sin embargo, en general, el consejo que se da en la
comunidad es lo contrario y que lo que ocurra en el escenario de la sesión
tenga pleno consentimiento. ¿Qué sucede si a pesar de esto, en el momento de
los hechos, alguno se arrepiente? "Puede suceder y lo sano es detener la
acción, o al menos, disminuir la intensidad. Esto puede pasar, por ejemplo,
cuando hay prácticas de asfixia erótica", aclara Gastón, sumiso, de 46
años. Sí, a él le pasó.
"La espontaneidad es un espejismo, tanto en estos vínculos
como en las relaciones vainilla", advierte Heretique. "Por eso es
importante hablar y convenir con el otro la escena que uno realmente quiere
hacer. Eso va creando confianza. No se trata de un acto de fe sino de confianza
real, de reciprocidad, de saber que el dominante cuidará del sumiso en términos
de seguridad. El que se expone más tiene siempre las garantías más
fuertes", remarca.
Por otro lado, los especialistas sostienen que existe cierta
tendencia a apoderarse y hacerse cargo del propio placer; de legitimarse a sí
mismo en diferentes gustos, sean raros, parezcan insignificantes o no. Y en
este sentido, "las prácticas BDSM no se limitan a la materialidad en sí
mismas sino a todas las fantasías y a la escena que mentalmente se está generando
con ellas".
De parafilias y libertades. Isabel Boschi es terpeuta
sexual. Hace más de 30 años que indaga desde la clínica el mundo sado. Opina:
"Desde tiempos inmemoriales la gente realiza prácticas sadomasoquistas.
Estas conductas se tornan preocupantes cuando no cuentan con el consentimiento
de todas las personas que participan de esa situación sexual". En tal
sentido, la condición para validar estas prácticas es que "no inhiban la
libertad de elección de los individuos y que no abuse escondiendo los pasos del
proceso de este juego sexual".
Según la especialista, "hubo una evolución en el
conocimiento científico de los estímulos no tradicionales. Ahora se propone
aceptarlos si no hacen daño a ninguno de los que participan de estas prácticas.
Transitamos desde el concepto de conducta sexual anormal, distinta, diferente,
y en la actualidad, recalamos en la idea de diversa". Durante mucho
tiempo, en el campo de la psiquiatría, todo lo relacionado al sado era
considerado una parafilia. Esto es, tenían un concepto de enfermedad. Por las
presiones que hubo por parte de las comunidades BDSM, entre otras, ahora sólo
se considera como un trastorno parafílico cuando se ejerce en contra de la
voluntad de otro o causa a la persona un grave malestar social, laboral o en su
funcionamiento en general. "Sería parafílic alguien que no puede ir a
trabajar si no recibe su cuota diaria de treinta azotes, por ejemplo. Esta
rigidez y el condicionamiento de su preferencia no le dejan desplegar sus
activiades cotidianas sino que le provocan una intensa ansiedad que lo inhibe
de otro vínculo que no sea con su fantasía masoquista que debe llevar a la
realidad, con el riesgo de desequilibrarse", explica Boschi, quien realiza
ciclos de cine debate sobre temas de sexualidad, en su fundación.
En Argentina, el BDSM tomó interés en los ‘80, cuando empezó
a llegar en castellano la bibliografía científica de sexología. Para entonces,
Dinamarca encabezó el fundamento de que dos adultos concientes de sus acciones
que buscan juegos de sadismo, masoquismo, humillación y ataduras, si ponen
claras las reglas de juego para asegurar su integridad física o moral, si las
cumplen, no tienen por qué integrar la lista de enfermedades mentales.
"Cierta vez -cuenta Boschi- recibí la consulta de una joven que castigaba
a su novio a pedido de él, quien requería mayor rigor. Ella se negaba por temor
a perder el control y lastimarlo. Aunque también gozaba con esos juegos.
Finalmente, llegaron a un acuerdo: la negativa de ella de usar más energía en
los golpes, él la interpretó como una manera de producirle un dolor moral. Y su
dolor pasó por las limitaciones que ella le imponía". Así consensuaron su
juego. Y la pareja continuó.
Difícil saber si, cuando se deje de hablar de Cincuenta
sombras... como hecho comercial, el BDSM se haya instalado y convalidado como
una práctica más, entre las tantas situaciones a las que recurren las personas
en su intimidad. O acaso cierre en un círculo aunque lejos de lo sórdido que lo
tuvo hasta no hace mucho tiempo. De la narración se recordará que fue best
seller y no mucho más a nivel literario. "Una novela de un conservadurismo
del Tea Party, con estereotipos rancios y una política de género varada en los
años 50", escribió el crítico literario Martín Schifino. "Hoy la
transgresión es poco concebible porque no hay prohibiciones que la susciten.
Falta una erótica del presente."
En todo caso, quedará un empoderamiento donde la sexualidad
como herramienta de poder da señales de que el orden establecido se derriba
cuando las personas eligen desde su libertad.
Fermín suele andar "enjaulado" cada vez que su
mujer le coloca un dispositivo de castidad que cierra con un candadito y guarda
la llave. Pueden pasar varios días hasta que decide abrir el candado. Fermín
goza. En ese tiempo, está en un estado de deseo permanente aunque, por
momentos, la ansiedad lo desborda. Pero sigue. Siempre un poco más. "La
jaula es una metáfora de la sexualidad normatizada, la que debés desarrollar
como varón", intelectualiza. "A mí, me da placer esa castración.
Surge lo que uno es y yo soy muy dócil de la mujer que amo. O muy dominante de
ella. Depende los momentos. Es un poder que va pasando de un lado a otro. Ese
es el juego".
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