martes, 9 de octubre de 2018

EL MAESTRO BOTERO REINTERPRETA EL KAMASUTRA






Fernando Botero

El maestro Fernando Botero, a sus 85 años, conserva intacta su magia y creatividad. Así deja constancia en esta serie de acuarelas eróticas inspiradas en el mileranio Kamasutra. 70 imágenes elaboradas en varias técnicas: dibujos a color y en blanco y negro, acuarelas y sanguinas.

Botero siempre ha defendido el ideal de que el arte se ha utilizado desde el origen de los tiempos para dar placer.  En ese sentido, lo cautivador del Boterosutra, para él, es que el erotismo es sutil, que la sensualidad se manifiesta en el color y en las formas.



Para nosotros, lo cautivador es él en sí mismo. Su obra, su pasión y visión de la belleza desde un prisma más redondeado y hermoso del habitual, nos hace volar. Aprovechamos para felicitar en vida al gran maestro.  Ojalá disfrutemos de su gracia muchas más primaveras.
El estilo distintivo de Fernando Botero de formas infladas suaves con cambios inesperados en la escala es hoy reconocible al instante. Refleja la búsqueda constante del artista para dar presencia y realidad al volumen. Los parámetros de proporción en su mundo son innovadores y casi siempre sorprendentes. Apropiándose de temas de toda la historia del arte, desde la Edad Media, el quattrocento italiano y el arte colonial latinoamericano hasta las tendencias modernas del siglo XX, Botero los transforma a su propio estilo particular.
















Nacido en Medellín, Colombia en 1932, Botero se interesó por la pintura a temprana edad. Su precocidad artística fue evidente en un artículo ilustrado que contribuyó al periódico de Medellín El Colombiano cuando tenía diecisiete años. Titulado Picasso y La inconformidad del arte, reveló su pensamiento vanguardista sobre el arte moderno. Botero se mudó a Bogotá en 1951 y realizó su primera exposición individual en la Galería Leo Matiz. Al año siguiente, a la edad de veinte años, recibió el Segundo Premio en el Salón Nacional de Bogotá.

Con el dinero que ganó con el premio del Salón y sus exposiciones, Botero viajó a España, Francia e Italia para estudiar el trabajo de los antiguos maestros. En Madrid, visitó diariamente el Museo del Prado mientras estudiaba en la Academia de San Fernando. En Florencia, estudió en la Academia de San Marcos y recibió una profunda influencia de las obras de Giotto, Piero della Francesca, Paolo Uccello y Andrea del Castagno.

Fue durante una breve estancia en México que Botero produjo Still Life with Mandolin (1956), el primer trabajo en el que la forma "hinchada" hace una apariencia definitiva. Dos años más tarde, recibió el Primer Premio en el Salón Nacional de Bogotá por su Cámara Nupcial: Homenaje a Mantegna, una obra inspirada en los 1474 frescos de Mantegna para el Palacio Ducal de Mantua.

Fernanco BoteroMás tarde, Botero hizo una segunda versión sobre este tema, que ahora está en la colección del Museo Hirshhorn. Botero se mudó a Nueva York en 1960 y al año siguiente el Museo de Arte Moderno de Nueva York adquirió su pintura Mona Lisa, Edad Doce para su colección. Durante este período experimentó brevemente con una pincelada gestual, que Botero llamó su coqueteo con la Escuela de Nueva York. Durante los años siguientes, Botero continuó explorando la manipulación de la forma para lograr un efecto estético, eliminando gradualmente todos los rastros de pinceladas y texturas, optando en cambio por formas infladas suaves.



Su continua atracción por la Colombia de su juventud se refleja en pinturas arraigadas en la vida de la pequeña ciudad colombiana: grupos familiares de clase media, jefes de estado, prelados, madonnas, militares, prostitutas y opulentos bodegones con frutas exóticas. En 1973, Botero dejó Nueva York para ir a París y comenzó a producir esculturas, aunque sin renunciar a la pintura. Su trabajo en un arte tridimensional fue una progresión natural para un artista singularmente dedicado a expresar volumen y masa.

Sin embargo, no es la apariencia del volumen, sino el volumen en sí, un volumen tangible, lo que ofrece el medio de la escultura. Su visión implica la convicción de que la monumentalidad no es tanto una cuestión de tamaño como de una proporción. Es una búsqueda de lo heroico en el arte, un atributo que Botero descubrió por primera vez cuando era estudiante en Florencia. Hoy Fernando Botero divide su tiempo entre París, Nueva York y Toscana. Sus pinturas, esculturas y dibujos se exhiben y representan en colecciones de museos de todo el mundo.



“El arte es espiritual, un respiro inmaterial de las dificultades de la vida.”
"Cuando comienzas una pintura, es algo que está fuera de tí. Al terminarla, pareces haberte instalado dentro de ella"






Conclusión

La obra de Fernando Botero cumple con su objetivo de transmitir el erotismo al espectador, pero no de la manera en la que estamos acostumbrados, mostrándonos un cuerpo armonioso y esbelto, sino que mostrando una realidad diferente.

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